Para las personas del futbol y para los neófitos, el mejor jugador del planeta; para la FIFA, Argentina la mejor selección del mundo. ¿Cómo es posible que el primero renuncie a la segunda? ¿Qué tiene que ver eso con nosotros? ¡Cuidado! ¡Podría ser más de lo que imagina!
Desde siempre, Lionel Messi, ha afirmado e insistido en que jugar fútbol es su máxima pasión; además de su familia, es la actividad que le mueve el corazón y le despierta efusión. Su talento parece de otro mundo. La confianza que proviene de sí mismo, el ser creativo, genial, diferente y su constante entrega por el bien del equipo son motivo de regocijo para los ojos de sus seguidores. Es líder, noble, innovador y resiste las continuas agresiones de sus oponentes en la cancha con el objetivo de seguir jugando en busca de un título para su equipo, su nación y sus seguidores, juega por un bien común en donde todos son iguales y merecen los mismos reconocimientos, ¿entonces?
Por ahora no sabemos las verdaderas razones y seguramente después de algún tiempo no vamos a saber las verdaderas motivaciones de su renuncia a la selección argentina. ¿Será que la presión recibida llegó al límite? ¿Se resiste a ser el sostén de toda una organización? ¿Sufrirá una sobredosis de frustración por perder reiteradamente torneos clave o ver compañeros que lo abandonan, pese a dar su máximo esfuerzo? Ahora bien, ¿le ha sucedido alguna vez lo mismo a usted, en su empresa, en su familia o en la institución a la que pertenecemos?
Toda persona posee un umbral de tolerancia y este puede ser sobrepasado por las circunstancias y/o el comportamiento de nuestros compañeros de vida, familia, trabajo o de las instituciones a las que pertenecemos. Si Messi ya no disfruta estar en su selección, es porque el sentido para estar en ella se derrumbó. Las presiones en una organización también pueden ir en escalada hasta sofocar la paciencia, el disfrute y el deseo de permanencia. Así, el agobio, la pereza y la indiferencia son señales de que, posiblemente, ya no se goza a plenitud del lugar al que pertenecemos. Algunos deciden quedarse en ella, pero sintiéndose emocionalmente divorciados de quienes la dirigen, de su visión, cultura y proceder.
Más que renunciar al equipo, puedo estar errado, pero Messi pareciera decir: renuncio a la creencia de ustedes, de que soy un ser que todo lo puede, que debe estar dispuesto siempre a dar; lo lamento, pero soy una personas como todos ustedes, que falla, erra, que se equivoca, que no tiene todas las respuestas y que en este camino de aprendizaje constante; solo quiero disfrutar, tener un espacio y lugar de gozo, ayúdenme y no esperen otra cosa que mi máximo esfuerzo, los amo y aprecio pero prima mi ser. La costumbre de buscar chivos expiatorios se hace presente una vez más, al margen de las lágrimas de alguien que simplemente erró en un momento crucial.
¿Quién no ha enfrentado el dilema entre un legítimo deseo de tener más paz personal y la responsabilidad de ser el líder de una magna institución, de inspirar que en momentos difíciles se redoble el esfuerzo porque la lucha por nuestras convicciones y creencias continúa? Es el pulso entre la búsqueda del bienestar propio esquivando las presiones y el cumplimiento del deber con la organización.
Padres de familia, jefes de equipos, líderes, gerentes, presidentes, y cualquier persona que haga parte de una organización también podrían estar ejerciendo excesiva presión, al tomar decisiones que aflojan los ánimos y extirpan la alegría y la fraternidad, el placer de trabajar y la mística por sobreponerse contra todos los pronósticos. ¿Hay algo de esto en nuestro entorno? En caso positivo, ¿qué hará/haremos al respecto?.
WF M∴M∴