El simbolismo masónico se expresa en múltiples signos que transmiten ideas universales y permanentes. Entre ellos, los tres puntos en triángulo constituyen una marca distintiva de los masones, especialmente en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado (REAA). Este signo no es un simple ornamento gráfico: expresa una filosofía de vida que se fundamenta en la tríada de Sabiduría, Fuerza y Belleza, principios que sostienen el Templo masónico y, por extensión, la construcción moral de cada iniciado.
Los tres puntos evocan la perfección del número tres, asociado al inicio, desarrollo y fin de todas las cosas. En el REAA, su repetida presencia durante el ritual recuerda al aprendiz que todo acto debe estar equilibrado en pensamiento, palabra y acción. Así, el masón aprende a no separar lo que piensa de lo que dice, ni lo que dice de lo que hace, buscando siempre la coherencia. En este sentido, los tres puntos son un recordatorio constante de la integridad personal y de la unidad de la vida interior y exterior.
En los rituales de apertura y clausura, el aprendiz observa que las luces de la Logia se encienden y se apagan en tres momentos sucesivos. Este simbolismo refuerza la idea de que la obra masónica es progresiva, pues no se alcanza la plenitud de manera inmediata. Cada luz representa una dimensión que debe integrarse: la Sabiduría ilumina la mente, la Fuerza sostiene la voluntad y la Belleza adorna la obra, haciendo que el trabajo masónico sea completo y digno.
La batería de golpes rituales, organizada también en series de tres, amplifica este simbolismo. No es un gesto mecánico, sino un lenguaje silencioso que transmite la unidad de los masones en torno a ideales comunes. Cada serie se asocia con los valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que son las columnas sociales sobre las que descansa la Orden. Así, los tres puntos se convierten en un código visual y sonoro que resume la aspiración universal de la masonería.
En la escritura masónica, los tres puntos colocados en triángulo (∴) acompañan abreviaturas y nombres. Esto no es solo una convención, sino un recordatorio permanente de que la palabra escrita debe estar consagrada a los ideales de la Orden. De esta manera, la grafía misma se convierte en un acto simbólico, donde el masón plasma en sus trazos la huella de su compromiso con la sabiduría, la justicia y la fraternidad.
El aprendiz, al iniciar su camino, recibe la instrucción de que nada en la Logia es arbitrario: todo es símbolo y todo enseña. Los tres puntos son, entonces, una guía pedagógica y espiritual. Invitan a elevar la mirada más allá de lo inmediato y a entender que la masonería es una escuela de vida, en la que cada hermano construye su propio templo interior sobre tres fundamentos inseparables: pensar bien, obrar bien y vivir en fraternidad.
Los tres puntos masónicos (∴) representan unidad, equilibrio y plenitud. De manera simbólica, se pueden comparar con la función que cumplen los tres principales oficiales de la Logia en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado: el Venerable Maestro (VM), el Primer Vigilante (PV) y el Segundo Vigilante (SV).
El Venerable Maestro (VM), situado en Oriente, es la Luz de la Sabiduría que dirige los trabajos, como el punto superior del triángulo que orienta y da sentido al conjunto. Representa la visión, la guía y el inicio de la construcción moral.
El Primer Vigilante (PV), en Occidente, simboliza la Fuerza, pues supervisa que cada masón reciba lo que le corresponde y mantiene la armonía del trabajo. Es el punto que sostiene desde un lado del triángulo, equilibrando la obra y garantizando que no se desmorone.
El Segundo Vigilante (SV), en Mediodía, encarna la Belleza, pues llama del descanso al trabajo y del trabajo al descanso, recordando la dimensión estética, humana y fraterna de la labor masónica. Es el tercer punto que completa la figura, embelleciendo y armonizando lo construido.
Así como los tres puntos ∴ se ordenan en triángulo, la tríada VM-PV-SV constituye la base de toda Logia “justa y perfecta”. Cada uno es indispensable: el VM orienta, el PV sostiene y el SV adorna. Juntos hacen que la Logia funcione en equilibrio, reflejando en la práctica el simbolismo del triángulo masónico.
En conclusión, los tres puntos del REAA son un emblema de perfección y totalidad, pero también de humildad, pues recuerdan que el masón está siempre en construcción. Simbolizan la armonía entre lo material y lo espiritual, entre lo individual y lo colectivo, entre la razón, la voluntad y el sentimiento. En cada ritual, estos puntos se convierten en un faro que guía al iniciado hacia la plenitud de la vida masónica y hacia su misión de irradiar luz en el mundo profano.
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