Esta reflexión se hace con respecto al cuento, El Principito de Saint-Exupéri.
Estando el Principito hablando con su amigo el aviador, le explica que en su planeta como en todos los demás planetas había hierbas buenas y malas. Adicionalmente le explicaba que las hierbas buenas producían buenas semillas y las malas hierbas producían malas semillas. El principito explica a su amigo que las semillas son invisibles y duermen en el secreto de la tierra; nuestra madre, hasta que a una de ellas se le antoja despertar estirándose y extendiéndose tímidamente hacia el sol como una encantadora ramita inofensiva. Pero explica el Principito, que si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la puede dejar crecer como quiera, pero si se tratase de una maleza, hay que arrancarla inmediatamente, en cuanto se le pueda reconocer.
Ahora bien, habían unas semillas terribles en el planeta del principito… eran las semillas de baobab. El suelo del planeta estaba plagado de ellas. Los baobabs podrían ser arboles gigantes que podrían perforar y dañar al planeta, si El Principito no se desembarazaba de los pequeños arbustos oportunamente estos podían crecer y sus raíces podrían obstruir y causar daño a todo el planeta; añade que si el planeta es demasiado pequeño y si los baobabs son numerosos, lo podrían hacer estallar.
Analizando esta metáfora de los baobabs en el planeta del Principito, podemos asimilar el planeta a nuestro ser, del cual hacen parte nuestro cuerpo y espíritu; entendiendo como ser, la entidad o ente que somos, capaces de evaluar nuestra interacción de cargas con el medio que nos rodea y la capacidad de observarnos para corregir nuestros comportamientos errados. De esta misma forma podemos concluir que los boababs pueden ser las distorsiones cognitivas, entendiendo las distorsiones como el error en el procesamiento de la información que toma nuestro cerebro generando pensamientos absolutos sobre el bien, el nunca, el siempre o todos y la sobre generalización de todas las situaciones que nos rodean; causando en nosotros la incorporación de vicios, hábitos negativos, comportamientos inadecuados y la pérdida cognitiva de nuestra realidad situacional como miembros de la sociedad en que vivimos, generando comportamientos fuera del derecho humano, que también son primero pequeños retoños antes de convertirse en árboles gigantescos y destructivos de nuestro ser y por ello, así como El Principito estaba siempre alerta de la aparición de un baobab, nosotros debemos estar atentos a la aparición de estos comportamientos negativos que nos pueden empujar sin ser percibidos a vicios y malos comportamientos alejándonos del derecho humano y el crecimiento interno.
Tenemos pensamientos buenos que nos hacen sentir bien, alegres, contentos, satisfechos y motivados, pero también tenemos pensamientos malos o negativos, irracionales o como se describen anteriormente, distorsiones del bien y del mal que terminan generando corrupción a nuestro ser, todos aquellos mal llamados defectos de nuestro ser que son realmente la pérdida de la conciencia del deber ser.
Pensamientos negativos provocan estados emocionales desestabilizadores que se convierten fácilmente, en comportamientos inapropiados y destructivos que nos dañan o perjudican a nuestro ambiente y desestabilizan nuestras relaciones con los demás, alejándonos del actuar ético.
Si nosotros dejamos crecer los pensamientos racionales soportados en evidencias y en el conocimiento profundo del ser y del mundo que nos rodea, estaremos generando rosales que harán más bella y armónica nuestra vida. Pero si por el contrario, como en el caso de los baobabs, dejamos que la semilla de las distorsiones cognitivas crezcan hasta convertirse en árboles gigantescos y destructivos, estaremos en grave peligro y pondremos en este mismo riego a nuestros seres amados.
Aunque los malos hábitos y comportamientos sean mejor atraparlos a tiempo, cuando todavía son semillas para evitar sufrimientos innecesarios, podemos identificarlos, aunque ya se hayan convertido en árboles gigantes y si logramos disciplinamos para estar, cada vez, más conscientes de ellos, podremos derribarlos y expulsarlos de nuestra mente y nuestras vidas. Como bien dice El Principito: todo dependerá de nuestra disciplina para identificarlos e impedir que nos sigan lastimando y perturbando nuestras vidas. Es la apropiación del símbolo y la interiorización de la masonería lo que nos llevará a la disciplina y prudencia de nuestros actos con el único objetivo de alcanzar la felicidad sin que la misma este soportada en la infelicidad de las personas que nos rodean.
En el cuento se narra: -Es una cuestión de disciplina – me decía más tarde el principito-. Cuando uno termina de asearse por la mañana, tiene que asear cuidadosamente el planeta. Tiene que someterse a arrancar con regularidad los baobabs en cuanto se los distingue de los rosales, a los que se parecen mucho de pequeños. Es un trabajo muy fastidioso, pero muy fácil.
Algo similar tendríamos que hacer, para poder deshacernos definitivamente de los pensamientos y comportamientos negativos que no están basados en la experiencia directa y en el reconocimiento del ser interior y el de nuestro prójimo. Después de asearnos cada día, antes de hacer cualquier otra cosa, sería muy productivo tomarnos unos minutos de reflexión para identificar su existencia y deshacernos de ellos cuando todavía son semilla y no nos han generado demasiado daño, sustituyéndolos por pensamientos racionales y positivos que nos generen un compromiso con nuestro ser interior, en pro de la mejora y el auto desarrollo.
Pensando en el motor de mi vida que son mis hijos y mi esposa, puedo identificar como cualquier persona aquellas distorsiones cognitivas propias, mis baobabs, que pueden afectar el comportamiento de mis seres amados, dado que modelamos a nuestros seres queridos con el ejemplo y seguramente debo concentrarme en practicar la identificación y limpieza oportuna de aquellos pensamientos inapropiados o distorsiones del bien y del mal que pueden terminar por convertirse en baobabs y afectándolos a ellos. Así mismo como padres, debemos reconocer la importancia de tener la disciplina de identificar y corregir aquellos malos comportamientos y pensamientos en nuestros hijos y mientras recorren el camino de la creación de su planeta; su ser; debemos ser nosotros los jardineros, encargados de la poda oportuna de los baobabs que identificamos en sus seres, ya que tenemos el nivel de autoconciencia que seguramente nuestros hijos en su niñez y adolescencia no tienen. – Somos los jardineros – encargados de la poda de los baobabs, no solo nuestros, sino de los seres que amamos en las edades para los cuales no hay conciencia de los mismos.
Es mi palabra,
William A. Fernandez R.